¿Sientes que tienes hambre a todas horas? ¿Te atiborras sin talento para suplir algún tipo de nerviosismo? "Este tipo de hambre nace como respuesta al malestar emocional y en vez de investigar qué es lo que nos afecta, se entierra comiendo", dicen desde Grupo Laberinto, expertos en psicoterapia de la salud. Es decir, hay personas que ante una preocupación viven con un nudo en el estómago, otras inquietas, otras con sensación de vacío... y a otras les da por atacar la despensa.

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A todo esto, hay que añadir nuestro estilo de vida que, tal y como afirma Robb Wolf, experto en nutrición y autor de Comer sin ansiedad (Libros Cúpula), no nos ayuda a equilibrar nada. Vivimos en abundancia, y buena parte de la población no es muy activa. "Los hábitos de sueño, la dieta, la actividad física, la salud intestinal y las relaciones sociales (o su ausencia) conspiran para que mantener un peso equilibrado y una buena salud no sea fácil”, dice el autor. Es decir, hay un desfase entre cómo son nuestros genes y cómo los utilizamos para vivir en el mundo moderno.

Ahora bien, ¿podemos cambiar algo, y cómo? La solución pasa por atacar dos frentes: tu cabeza y tu dieta (por este orden). Así que prepárate para mentalizarte.

- Dale tiempo a tu cuerpo. Si vives en la ansiedad, es muy probable que tu metabolismo sea más lento (una consecuencia es que funcionará peor la absorción de enzimas y de los nutrientes). Además, los impulsos normalmente te llevarán a consumir productos procesados (no necesitas tiempo para prepararlos), y no dejas tiempo al cerebro para recibir y dar la orden acerca de que ya he comido bastante.

- Sustituye tus pensamientos. ¿Sabías que al igual que el sexo, la alimentación también se regula por las regiones del cerebro llamadas centros hedónicos? (Las regiones relacionadas con la búsqueda del placer). Según el libro de Robb Wolf , “el único truco sencillo consiste en normalizar la regulación neuroendocrina del hambre. Se trata de un proceso natural que tiene lugar en el cerebro y que nos dice si tenemos hambre o no”, afirma.

- Trabaja la consciencia. Para lograr el punto anterior, el indispensable comer de manera consciente. Es decir: olvídate del móvil, de la televisión, del ordenador... Y céntrate en lo que te estás metiendo a la boca, saboréalo, mastícalo y disfrútalo. Un ejercicio tan básico como necesario. Desde Grupo Laberinto apoyan también la práctica del mindfulness, ya que "es una manera de que la ansiedad disminuya y, con ella, el hambre emocional", dicen.

- Cambia tus hábitos de vida. Si mejoras tus rutinas, mejorará tu forma de comer. Practicar ejercicio físico y dormir bien son los dos puntos clave. Según el Grupo Laberinto, "hacer deporte es un hábito muy recomendable para conseguir reducir la ansiedad y vivir de una forma más optimista" (recomiendan 40 minutos de cardio al día). Por otro lado, Robb Wolf, apela a la importancia de no quitarnos horas de sueño (dormimos de media dos horas menos que en los años 80). ¿Consecuencias? Tendrás más antojos, es perjudicial para la sensibilidad a la insulina, y aumenta la permeabilidad de los intestinos. Así que, ¡a dormir!

Alimentos a tener (o no) en cuenta

Por último, desde Grupo Laberinto también han estudiado qué productos te pueden venir mejor y peor en esta ardua tarea. Por ejemplo, "la leche es un alimento que ayuda a aplacar el apetito. Beber medio vaso de leche antes de irse a la cama o entre las comidas puede ser de gran ayuda para evitar el hambre emocional", dicen. Por otro lado, hay que evitar el azúcar, pues "el hambre emocional está muy relacionada con el consumo de alimentos azucarados", afirman. Los estimulantes (cafés, tés, coca-cola, tabaco...) son un nefasto aliado. Aunque lo hagas para engañar a tu cuerpo (un mal hábito, por cierto), "son poderosos ansiógenos que a corto plazo te harán sentir peor".

Al otro lado, dentro de las buenas costumbres, entraría el agua. "Beber agua sola o con limón, naranja o un toque de fruta es sano, refrescante y sencillamente delicioso. Ocupan espacio en el estómago y entretienen", dicen. Y para las que tienden a "picar" mucho entre horas, nada mejor que las proteínas. "Una buena idea es hacer muchas pequeñas comidas al día, para calmar el hambre y mantener el metabolismo funcionando. Y si esas pequeñas comidas contienen un buena dosis proteica, estamos ante la dieta perfecta", afirman.

Vía: Cosmopolitan ES
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Amaya Lacarra

Tras una década escribiendo y entrevistando sobre viajes, cultura y gastronomía en distintas revistas femeninas, ahora dirige el equipo digital de Cosmopolitan. A su especialidad del buen comer o del buen hacer en cualquier recoveco del mundo, ahora se suma la gestión de otros campos como la moda, la belleza o las ‘celebrities’. Adicta al chocolate y a su Navarra natal, estudió Humanidades y Comunicación en la Universidad de Deusto, además de cursar un Máster Oficial de Periodismo de Investigación en la Universidad Complutense de Madrid.