Permitidme comenzar diciendo que no soy de esas chicas que se olvidan de comer. Nunca me oirás preguntar ¿He almorzado? La comida siempre ha sido una fuerza impulsora en mi vida: si no estoy comiendo, estoy planeando hacerlo, y nunca hago dieta. Sin embargo, últimamente, he estado hinchándome demasiado el flotador, así que he decidido poner orden en mis comidas.

Mete: ayuno intermitente. Como en el caso de comer 500 calorías 1 o 2 días a la semana, o pasar de 12 a 18 horas al día sin comer. Al tratarse más de un patrón de dieta que de una dieta, la ciencia dice puede ayudarte a perder peso (una porción de comida más pequeña significa consumir menos calorías), pero aún mejor, una investigación lo ha relacionado con mejores niveles de azúcar en la sangre, menor riesgo de enfermedades cardíacas y cáncer, y, según la investigación del neurocientífico Mark Mattson, podría ayudar al cerebro a prevenir enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson, al tiempo que mejora el estado de ánimo y la memoria.

Suena demasiado bonito para ser verdad, ¿verdad? Totalmente, y de hecho es exactamente la razón por la que quería probarla por mí misma. Y esto fue lo que aprendí.

Para obtener mejores resultados en ayunas, hazlo a tu manera.

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Decidí seguir las comidas restringidas por el tiempo, o ayunar 18 horas al día y comer las otras seis (no se come nada entre las 20:00 y las 14:00). El primer día logré abstenerme las 18 horas enteras, pero no fue agradable (esto es lo que le sucede a tu cuerpo cuando te saltas una comida). Mi mente acumulaba pensamientos obsesivos de comida más rápido que mi teléfono buscaba Pokémon. Mi diálogo interno fue un poco así: Tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre, tengo hambre, ME MUERO DE HAMBRE, ¡una galleta para esta chica!

Bueno, resulta que la abstinencia abrupta tal vez no sea la mejor manera de hacerla. Algunos expertos recomiendan comenzar con solo un par de días a la semana y ver cómo te va, mientras que otros sugieren que se aumente gradualmente la cantidad de horas de ayuno desde 12 a 14... hasta 18. Otros dicen que el ayuno no es para todos, y si te hace sentir fatal, directamente descártalo. Pero no me rendí con tanta facilidad, así que intenté un acercamiento gradual, comenzando con 12, luego extendiendo mis horas de ayuno a lo largo de la semana y, por sorpresa, esos pensamientos de comida se desvanecieron.

Una vez que entré en el ritmo de ayuno, fue fácil.

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Funciono mejor con una rutina, como Mark Mattson, el neurocientífico que mencioné anteriormente y que ha estado ayunando de forma intermitente durante los últimos 35 años. Cuando le envié un correo electrónico para recibir sus consejos desde las trincheras, me contestó lo siguiente: Te recomendaría que por la mañana tomases té o café y te mantuvieras ocupado trabajando hasta las 13:00. Si sueles hacer ejercicio, entonces puedes hacerlo al mediodía. Luego, come una cantidad moderada de alimentos (saludables) justo después de hacer ejercicio (por ejemplo, 600 calorías), y cómete el resto de la comida durante un período de tiempo de 3 a 4 horas entre última hora de la tarde y al principio de la noche. El mayor beneficio es que tendrás la mente más despejada y serás más productivo durante toda la mañana.

Así que eso fue lo que hice. Hice la mayoría de mis tareas por la mañana mientras tomaba una tonelada de agua, café negro, café a prueba de balas, té verde (mira lo que le pasó a una mujer por beber té verde todos los días durante un mes). Alrededor de las 11:00, me saltaba la alarma del estómago, pero el hecho de saber que me quedaba poco para el yoga del mediodía o una caminata me animaba. Cuando llegaba a casa después de yoga (sobre las 13:30), el hambre se generalizaba y podía ingerir mi primera comida, normalmente un yogur griego con fresas y almendras, pero sin devorarlo vorazmente. El resto del día era fácil: solía cenar y tal vez me tomaba algo dulce, pero ya está. En un par de días, esto se convirtió en mi nueva normalidad, el interruptor del hambre se apagó y le di la razón a Mark: Toda esa energía mental que antes dedicaba a preparar la comida, a planificarla, a consumirla, a limpiar los alimentos, parecía haberse ido a otra parte para dejar paso a un objetivo mejorado.

¿Preparar la comida? Aquí tienes la manera de cortar un melón sin hacer un estropicio:

Los rugidos de estómago no siempre son motivo de alarma.

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Existen muchos mitos alimenticios que solía seguir al comer, pero resulta que el desayuno no es la comida más importante del día (no hay datos que demuestren que te hace más sano o delgado), comer con frecuencia no necesariamente aumenta tu metabolismo (con un suministro constante de carbohidratos que circulan por tu sistema, tu cuerpo no puede quemar grasa) y, contrariamente a la opinión popular, el hambre no conduce automáticamente a comer en exceso. Solía responder a la llamada de los antojos como un auténtico resorte, muy a menudo y con urgencia, y el ayuno me enseñó a sentirme cómoda con la sensación de hambre. Ahora pienso en los rugidos de mis tripas como pienso en mi madre: a veces me agobian y nunca se callan, y eso que esta alarma no es siempre es la correcta o no siempre está justificada. ¿Qué me ayudó? Café, té, mantener un horario (como he mencionado anteriormente) y saber que el hambre es solo una sensación que, como viene, se va. Solo asegúrate de no pasarte; el ayuno intermitente no significa que debas morir de hambre.

El ayuno intermitente es como un amigo con derechos.

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Cuando te comprometes a seguir una dieta como, por ejemplo, Weight Watchers o Whole30, tienes puntos que vas sumando, alimentos prohibidos que debes evitar y una lista de lo que puedes y no puedes hacer con la que va a estallarte la cabeza. Las reglas de ayuno intermitentes son ridículamente simples, no se requieren ni guías ni libros de cocina, y no tienes que ser aburrido cuando comas. ¡Vino, chocolate y postre suenan muy bien!

Otra cosa que funcionó a mi favor fue que me sentía de maravilla. Por supuesto, los primeros días hambrienta no los pasé tan bien, pero aparte de eso, mis niveles de energía se dispararon, comer se convirtió en una experiencia para disfrutar en lugar de solo comer alimentos, y todo parecía tener más sabor. ¿Las fresas han estado siempre tan dulces? (¿Cansado todo el tiempo? Echa un vistazo a estas 7 razones.)

Hacer ejercicio en ayunas tiene algunos beneficios sorprendentes.

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Nunca hago ejercicio con el estómago vacío. Como regla general, me meto algo al estómago dos horas antes de una caminata o de una clase de yoga para asegurarme no agotarme... ni desmayarme. Pero resulta que el ejercicio en ayunas me funcionó. En lugar de sentirme mareada, tenía más determinación y disposición para cualquier actividad. Me subí esa montaña e hice la plancha con muchas más ganas (estas son 6 formas de hacer que la plancha haga trabajar mucho más tus abdominales). Los principales beneficios: La ciencia muestra que hacer ejercicio en ayunas puede aumentar el potencial de quema de grasa del cuerpo.

La báscula no es que cayera en picado, pero está bien.

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Me encantaría decir que perdí 4,5 kg en una semana, pero es que mi cuerpo no funciona de esa manera. Además, solo ayuné 7 días. Al final, estoy comiendo menos y, por algún motivo, me siento menos hambrienta, lo que con el tiempo resultará en la pérdida de grasa. Pero todos sabemos que, si solo sigues un plan de alimentación para perder peso, acabarás fallando. Esto se debe a que cuando la báscula se estanca, y seguro que acaba haciéndolo, a la mínima tiramos la toalla. Es esa motivación intrínseca incorporada del ayuno intermitente lo que me mantiene en movimiento. Mi energía, mi objetivo y mi motivación se han disparado, y mi estómago ha aprendido quién manda cuando ruge. Flotador, ¡ahora te toca a ti!

Vía: Women's Health. Traducción: blarlo.com